It’s polite to have sex…

(“hoy en día es educado tener sexo en la primera cita”).

Algunos días atrás conversaba con una amiga sobre los actuales procesos de citas y las expectativas de las primeras salidas. Las opciones son

variadas: distintas apps para conocer o “seleccionar” a alguien, sitios web que trabajan más profundamente en que los “perfiles” de las personas calcen, fiestas o actividades para solteros interesados en realizar actividades y quedar con gente, etc…Cuestionar esta nueva forma de conocer personas no tiene mucho sentido. Vivimos en otros tiempos y las cosas cambian y se adaptan a estos nuevos procesos. Sin embargo, la parte más compleja, a mi juicio, es cómo todo queda concentrado en el primer encuentro, la primera cita. Momento en el cual pareciera ser necesaria una coreografía estereotipada: “hola, ¿qué tal?, mis intereses son tales, y luego tenemos que tener un encuentro sexual”. Por que, tal como conversábamos aquel día (en inglés, por eso el título), “nowadays it’s polite to have sex on the first date” (“hoy en día es educado tener sexo en la primera cita”).

Es interesante escuchar la discordancia entre lo que algunos desean de ese primer encuentro y la presión que sienten por lo que “debieran” hacer. Escuchamos tanto hombres como mujeres que expresan claramente no desear tener un encuentro sexual la primera vez (aunque obviamente hay quienes si lo desean, recordemos que somos diversos), pero a pesar de eso, lo hacen porque lo consideran parte de lo que se “espera” de dicho encuentro. Sumado a la presión que significa tener que gustar, impresiones, congeniar y agradar en la primera salida, se agrega lograr lo mismo en el plano sexual. Existe la creencia de que dado el panorama de libertad sexual en el que vivimos actualmente, el encuentro sexual ha de formar parte del repertorio habitual de este primer encuentro y del “conocernos”. Pero lo más complejo no es esto, sino el hecho de que esta “primera vez” ha de ser extraordinaria, ya que, además de ser evaluado por tu apariencia, temas de conversación, ingenio y gracias, también serás calificado por tu desempeño y habilidades sexuales. Esto, sin duda alguna, agrega gran presión al encuentro.

Si consideramos que la sexualidad entre dos personas es comunicación, afecto y placer,  lograr la tónica perfecta de estos elementos entre dos completos extraños no es fácil. No digo que imposible, ya que puede darse, pero no es algo frecuente. Lo habitual es que exista cierto grado de torpeza y desconocimiento de cómo mantener la fluidez del placer y erotismo entre dos cuerpos que realmente no se conocen, dos cuerpos sin ninguna complicidad corporal. Si a esto le sumamos ingredientes como la presión frente al desempeño sexual, cierta ansiedad anticipatoria, o incluso consumo de alcohol que en ocasiones puede está presente, no es raro que ocurran problemas como falta de excitación, pérdidas de erección o problemas de eyaculación y orgasmo. Lo cual no es un problema, si comprendemos el contexto y la circunstancia que lo ha generado, pero puede llegar a serlo si seguimos pensando que tenemos que demostrar algo en la esfera sexual, como aprobar una especie de prueba.

La sexualidad debiera ser juego, risas, placer, respeto y siempre consentida. Pero consentida desde nosotros mismos, siendo sinceros con nosotros respecto a nuestros propios deseos y placeres, para que esto realmente signifique un añadido en nuestras vidas. Sin embargo, en ocasiones, tras la presión de agradar y hacer “lo que supuestamente se debe hacer”, transgredimos incluso nuestros propias ideas. Tampoco debiera ser una prueba o un momento para “demostrar algo”, ya que los objetivos iniciales se pierden y nos privamos de una situación que pudiera ser de mucho placer y disfrute.

Dra. Constanza Bartolucci

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