Estupefacción, indignación, rabia y miedo. También asco. Son las emociones que me ahogan al leer el fallo de la Audiencia Provincial de Navarra en el juicio de “La Manada”.
Me gusta imaginar que te llamas así: Victoria. Algún día ganarás… y con tu triunfo ganaremos todas. Afortunadamente, tu identidad no ha trascendido. Podrás esconder tu dolor para intentar manejarlo. Sin embargo, necesito ponerte nombre. La sentencia se refiere a ti como “la denunciante” para preservar tu anonimato. Está bien a ese efecto… pero te resta humanidad y difumina tu sufrimiento.
Con tu permiso, para mi serás Victoria. Y, puesto que la sentencia es pública y no descubro nada, me limitaré a copiar una parte de los Hechos Probados declarados por La Sala. Quisiera recordarte que los Hechos Probados son aquellos que el Tribunal aprecia como ciertos y que sirven de base para determinar el Derecho aplicable. No cambiaré ni una coma. Sólo te daré un nombre. Victoria.
“En este lugar (…) se hallaba el encargado de control de acceso de clientes al Hotel a quien se dirigieron (…) pidiéndole una habitación por horas “para follar” (…) sin que Victoria hubiera escuchado esta parte de la conversación. Siguieron su camino. En este trayecto, uno de los procesados empezó a cogerle del hombro y de la cadera. Victoria, sintiéndose incómoda, propuso girar a la izquierda.
José Ángel Prenda reparó en que una mujer accedía al portal del inmueble número 5 (…). Simulando que estaba alojado, cogió uno de los ascensores y subió al segundo piso, bajando al portal por las escaleras. Seguidamente, abrió la puerta de acceso al portal. (…) Desde la puerta (…) dijo “vamos, vamos”. En ese momento, Ángel Boza, quien le había dado la mano para besarse, tiro de ella hacia él, cogiéndole de la otra mano Alfonso Jesús Cabezuelo. Ambos le apremiaron a entrar en el portal tirando de ella. Victoria entró en el portal de modo súbito y repentino (…).
Cuando le introdujeron en el portal, los procesados le dijeron “calla”, significándole que guardara silencio mediante el gesto de llevarse la mano abierta a la boca.
De esta forma Victoria y los procesados llegaron (…) a un habitáculo de forma irregular y tamaño reducido (unos 3 metros cuadrados). (…) Se trata de una zona sin salida (…). Cuando Victoria accedió al primer rellano, la puerta de acceso estaba abierta. Tenía delante de ella a uno de los procesados y detrás a otros. De este modo fue dirigida (…) al habitáculo que se acaba de describir, donde los acusados la rodearon.
Al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones de edades muy superiores y fuerte complexión, (…) Victoria se sintió impresionada y sin capacidad de reacción. En ese momento notó como le desabrochaban la riñonera (…), le quitaban el sujetador sin tirantes abriendo un clip y le desabrochaban el jersey (…) desde lo que experimentó la sensación de angustia, incrementada cuando uno de los procesados acercó la mandíbula de Victoria para que le hiciera una felación y (…) otro de los procesados (…) le bajaba los leggins y el tanga.
Victoria sintió un intenso agobio y desasosiego que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados.
Los procesados aprovecharon la situación de Victoria en el cubículo (…) para realizar con ella diversos actos de naturaleza sexual, con ánimo libidinoso, actuando de común acuerdo.
En concreto y al menos Victoria fue penetrada bucalmente por todos los procesados; vaginalmente por Alfonso Jesús Cabezuelo i José Ángel Prenda, este último en dos ocasiones, al igual que Jesús Escudero Domínguez, quien la penetró una tercera vez por vía anal, llegando a eyacular los dos últimos y sin que ninguno utilizara preservativo. Durante (…) los hechos Antonio Manuel Guerrero grabó con su teléfono móvil seis vídeos.
(…) Los procesados se marcharon escalonadamente. Antes de abandonar el cubículo, Antonio Manuel Guerrero se apoderó (…) del teléfono móvil que Victoria llevaba en su riñonera (…) extrayendo la tarjeta SIM y la de memoria, arrojándolas en el lugar de los hechos.
Cuando Victoria advirtió que se habían ido todos (…) se puso el sujetador, se subió el tanga y los leggins y cogió el jersey (…). Seguidamente buscó (…) el teléfono para llamar a R. Cuando comprobó que no estaba en la riñonera se incrementó su inquietud y desasosiego, comenzó a llorar (…) y salió a la calle. (…) Continuó caminando sola (…) durante unos 20 segundos hasta sentarse en el primer banco (…).
Victoria tomó asiento en el banco, llorando desconsoladamente (…) hasta el punto de que llamó la atención de una pareja (…). Llamaron al 112.”
La supuesta inexistencia de intimidación y violencia es lo que subsume los hechos en la tipificación de abuso y no la de agresión. Es lo que nos humilla a todas; lo que nos ningunea, desprecia y cosifica. Vuelvo a los hechos probados. “Al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones de edades muy superiores y fuerte complexión, (…) Victoria se sintió impresionada y sin capacidad de reacción.” ¿Y si cambiamos “impresionada” por “intimidada”? ¿o por “violentada”?
Los magistrados escogieron una palabra intuitivamente menos adecuada para ajustarse al tipo penal de abuso, y lo hicieron a riesgo de alejarse del sentido común. En ese escenario, cinco hombres corpulentos, bebidos y excitados no impresionan. Esos cinco hombres intimidan. Violentan. Incluso acojonan. A ti y a la más valiente. Siento que tu verdad está enmascarada por una cuestión estrictamente lingüística. Me duele.
Voy en busca de mi manual de Derecho Penal (Francisco Muñoz Conde y Mercedes García Aran). Primera página: “la violencia es un problema social pero también semántico porque sólo a partir de un determinado contexto (…) puede ser valorada, explicada, condenada o definida. No hay, pues, un concepto de violencia estático (…). Nuestros juicios de valor son necesariamente subjetivos y siempre corren el riesgo de quedar superados por la realidad inexorable de los hechos”. En tu caso, lamentablemente, la semántica le ha ganado la batalla a la moral.
Durante el análisis de los vídeos, prueba documental principal de este caso, los magistrados concluyen que uno de ellos “ilustra (…) a las claras la realidad de la situación; muestra de modo palmario que Victoria está sometida a la voluntad de los procesados, quienes la utilizan como un mero objeto para satisfacer sobre ella sus instintos sexuales”. ¿Qué es esto si no es violencia?
Querida Victoria: no voy a reproducir los whatsapps que se mandaron después de humillarte. Tampoco te hablaré del voto particular emitido por uno de los magistrados… voto particularmente machista, repugnante e ignorante en lo que a sexualidad se refiere. Me preocupa sobremanera que tus agresores no fueran conscientes de la naturaleza de sus actos… pero que un juez esgrima este argumento para justificarles es simplemente demoledor.
“El poder del lobo reside en la manada”, reza uno de sus tatuajes. El poder de estos lobos, además, reside en el Código Penal y su interpretación por parte de los magistrados.
Quisiera decirte que desde la sexología entendemos que estuvieras en shock. Entendemos que optases por la pasividad, que sintieras doblegada tu voluntad y que no expresaras dolor en el rostro. Que habías bebido… lo suficiente como para que tus facultades estuvieran mermadas y fueras especialmente vulnerable. Entendemos que no hubiese lesiones vaginales… es algo habitual. Que tu relato posterior tuviera ciertas contradicciones; a eso se le llama memoria traumática… todo ello, todo, nos parece absolutamente creíble i coherente en el escenario espeluznante que te tocó vivir. En sexualidad, querida Victoria, no existe el consentimiento viciado. Eso es terminología jurídica no extrapolable a nuestro mundo. En sexualidad, hay consentimiento o no lo hay. Y si no lo hay se trata de una agresión.
Lamentablemente, tu condena será mucho más larga que la de ellos. Vas a tener que trabajar muy duro a partir de ahora. Tu lucha por recuperar el deseo y zafarte de la culpa va a ser digna de una heroína. Anhelo con todas mis fuerzas que algún día ganes la batalla. Ese día, contigo, gritaremos Victoria.
Dra. Raquel Tulleuda