Un corto triunfa en las redes, “ La teta que os falta”.
El planteamiento de este corto, nos indica que estamos avanzando en la “visibilización del cáncer de mama”. Es indiscutible el impacto que tiene un diagnóstico de cáncer de mama en la mujer que lo padece y en su entorno: el miedo a la muerte primero, también a los tratamientos agresivos, sus efectos secundarios y sus secuelas… Es un proceso difícil que les cambia la vida.
Una vez finalizado el proceso inicial, cuando ya se ha dejado atrás la cirugía, la quimioterapia y/o radioterapia, parece que todo el mundo “respira” y el nuevo reto es enfrentarse a la vida como si no hubiera pasado nada. Se deja de hablar del tema, los amigos, familiares se olvidan de preguntar y, todo está bien.
¿Todo está bien?
Los miedos se atenúan, los efectos secundarios de los tratamientos más agresivos cesan, es posible que la mujer se reincorpore al trabajo…, todo se intenta normalizar. Pero ¿qué ocurre en la intimidad, en la relación de la mujer con su cuerpo, en la interacción con su pareja, en los sentimientos y emociones del otro? ¿Con quién se han hablado las dudas? ¿Quién les ha asesorado sobre que hacer con el dolor y el malestar en las relaciones sexuales, con las dificultades para excitarse y llegar al orgasmo, cuando iniciarlas, cómo iniciar…?
¿No son las actividades sexuales, signo de normalidad?
Los escasos estudios científicos que hay sobre el tema, explican que es a partir del año del diagnóstico cuando la mujer empieza a tener interés en buscar ayuda para solucionar los problemas sexuales tanto los atribuidos a ella como a la pareja si la tiene.
¿Y el papel de los profesionales? Es indudable que el objetivo de un profesional es tratar el cáncer, pero también acompañar y ayudar a recuperar “la salud del paciente”. Desafortunadamente, pocas veces pregunta por la sexualidad, por cómo es su vivencia, cuáles son sus expectativas. Tampoco se suele informar de cómo influirán los tratamientos ni el impacto psicológico en la vida sexual de la pareja.
Afortunadamente, lo mismo que en el corto, los profesionales empiezan a reconocer la necesidad de preguntar sobre la sexualidad de sus pacientes. Se empieza a interiorizar que la sexualidad puede ser un elemento fundamental en la calidad de vida de las personas.
Y que, la evaluación y el tratamiento de las disfunciones sexuales que puedan aparecer en pacientes con cáncer, deben convertirse en una práctica habitual del profesional sanitario.
Ofrecer esta posibilidad, sin duda ayudará a visibilizar y, posiblemente, minimizar el impacto de un diagnóstico de cáncer, porque el bienestar y la normalidad también tiene mucho que ver con la sexualidad y su disfrute.
Dra Francisca Molero (España)
Instituto Iberoamericano de Sexología