Parece una pregunta sencilla: ¿Me importa el sexo después de un cáncer? La pasada semana participé en el Congreso de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia realizando una ponencia sobre un protocolo de sexualidad y cáncer de mama que llevamos meses trabajando un grupo de profesionales.
Está siendo un trabajo difícil, somos los propios integrantes del grupo los que hablamos de mínimos y siempre justificando que entendemos perfectamente que es un “tema menor, comparado con la gravedad de la enfermedad”.
Pero quiero permitirme escribir sobre mis reflexiones, y si puedo, ir un poco más allá.
Personalmente soy optimista, los que me conocen lo saben y, además de apasionada de la sexología, me encanta aprender cada día un poco más. Pues bien, como he comentado al principio, la pasada semana, en concreto el jueves a las 8.30 de la mañana, tuve el placer de escuchar y aprender de los ponentes con los que compartía la mesa redonda del simposio de la Sección de psicosomática de la SEGO: temas variados, multidisciplinares, pero con un nexo común y para mí fundamental, un enfoque realmente biopsicosocial (aspectos perinatales relacionados con el vínculo madre-hijo, neuroendocrinología del parto, programas de prevención de ingesta de tóxicos y embarazo…) Y como yo los asistentes que estaban presentes.
El Dr. Fermín Criado y yo compartimos la Ponencia de Sexualidad y cáncer de mama y, después de la intervención y el debate, una cosa quedó muy clara: Hay que preguntárselo a la mujer, dándole la oportunidad de que reflexione y lo piense.
Los profesionales que tratamos a estas pacientes hemos de reconocer que la sexualidad es importante para las personas y que, especialmente después de un acontecimiento grave como un cáncer de mama, recuperar la sexualidad puede ser un indicador de normalidad.
Una colega y amiga mía, Encarna Laforet, nos regaló una frase que me gusta mucho: “Hablar de futuro, más allá del tumor y del proceso inmediato, puede ser muy bien valorado por las mujeres porque lo perciben como elemento de confianza en su supervivencia”.
Que una mujer no pregunte, que la familia o pareja estén muy preocupados por la supervivencia, no significa que el profesional deba decidir lo que informa y lo que no. Las personas tenemos derecho a decidir, pero para poder hacerlo necesitamos tener la información o, como mínimo, la posibilidad de poder consultar las dudas e incertidumbres que tengamos.
La omisión de esta atención por desconocimiento, por “pudor”, por “considerar que no es el momento adecuado”, es un sesgo de los profesionales que influye en la calidad de vida de la paciente.
Sabemos que el cáncer de mama tiene un impacto negativo en la calidad de vida y en la sexualidad, que el funcionamiento sexual puede verse afectado por la propia enfermedad y también por el dolor, la ansiedad, la ira, las circunstancias estresantes y los medicamentos.
Se afectan prácticamente todas las fases de la respuesta sexual alterando la intimidad y la sexualidad compartida.
Los estudios evidencian que las mujeres que tienen más riesgo de disfunciones sexuales, son las más jóvenes, las que reciben quimioterapia y las que han necesitado cirugía radical.
Los estudios más recientes indican el efecto de la quimioterapia afectando los circuitos de recompensa del cerebro, disminuyendo las respuestas del cerebro a los estímulos eróticos.
Pero hay otro factor fundamental y es la pareja, en caso de tenerla. Sabemos que, por encima del daño físico o químico, la calidad de la relación de pareja es determinante en la satisfacción sexual, la función sexual y el deseo sexual.
La comunicación de la pareja es esencial: “Hablar de un tema doloroso puede fortalecer la relación de pareja y ofrecer una oportunidad para mejorar habilidades eróticas e intimidad sexual”.
Los profesionales estamos ahí, atendiendo a estas mujeres y tenemos la obligación de ofrecerles un espacio para que hablen o no, pero que sepan que pueden hacerlo si lo desean, un espacio individualizado, dentro del contexto de las visitas habituales, realizado por un profesional formado y motivado. Establecer un diálogo abierto que sea capaz de Informar, Escuchar, Acompañar y, si es necesario, Tratar.
Una mujer a la que pregunté sobre su sexualidad después de un cáncer de mama, comentó: “Quiero recuperarla y quiero la oportunidad de poder hacerlo, quiero que mi pareja no tenga miedo, quiero que me desee, me interesa saber qué puedo consultar y asesorarme cuando lo necesite”.