Me rindo ante la tentación… 50 sombras (1)

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photo credit: Do you have suggestions ? (Marie 2) via photopin (license)

Efectivamente sí, no puedo dejarlo pasar y me rindo ante la tentación que todos compartimos de comentar la conmoción que ha generado el estreno de la tan esperada película de Grey. Sin embargo, a diferencia de mis colegas, me detendré para dar un nuevo punto de vista (o al menos eso es lo que todos creemos cuando hablamos sobre algo).

Después de quedar con la boca abierta ante la gran cantidad de ofertas en el mercado relacionadas con el esperado estreno, como set de juguetes sexuales, líneas de ropa interior aprovechando la oportunidad, marcas de auto exponiendo sus productos, menús dentro de los restaurantes y cines, etc… Especialmente gracias a la asociación con la «romántica» fecha del regordete San Valentín (sin ser el objetivo de hoy hacerlos reflexionar respecto al amor romántico y sus cuestionamientos), quedé nuevamente atónita antes la cantidad de post, entrevistas, artículos y comentarios respecto a la «susodicha». Sin embargo, lo que más llamó mi atención no fueron los comentarios inquisitivos al respecto, sino más bien, la incapacidad de detenerse ante lo positivo de este fenómeno. Los seres humanos solemos destacar lo negro o manchado de las cosas, pero en ese ejercicio, nos olvidamos de lo esencial. Si bien es cierto que hay muchas cosas que pudieran ser blanco de crítica, como el estilo literario del libro, la calidad escénica de la película, el cómo a través de este fenómeno se esconde nuevamente una historia de amor romántico al más puro estilo Disney Bondage (quién sabe, con lo rentable del tema, tal vez los colaboradores de Walt se animen y pronto tengamos una nueva princesita), el cómo la relación de los aclamados personajes echan tierra a años de lucha femenina, …llegando incluso a ser calificada como porno para madres, creo que hay mucho más de lo que todos piensan por rescatar.

Lo primero va en relación a una crítica que he escuchado mucho y que me irrita de sobremanera: «esto no excita a nadie».

Nuevamente intentamos transformarnos en ovejas y que todos funcionemos de la misma manera. El «qué deseo yo» y el «qué me excita» puede ser tan diverso como lo somos las personas, y va a ser modulado por la biología, nuestras experiencias previas, el contexto y la cultura. Por lo tanto, esta como otras prácticas que pueden ser consideradas tanto aberrantes como insignificantes (o «mojigatas»), más allá de la connotación moral que queramos darles, pueden o no excitarte.

Lo segundo, y lo más importante a mi juicio, es la incapacidad de ver lo maravilloso que ha sido este efecto, más allá de lo perverso. Han sido tantas las ansias de criticar al sistema, que nadie se ha detenido a apreciar el cambio que se está produciendo respecto a la actitud de la sexualidad femenina, e incluso de la sexualidad en general (más allá del contenido de base que la movilizaba).

Miles de mujeres de todo el mundo, se movilizaban y compraban un libro catalogado como «literatura erótica femenina» sin mayor pudor ni vergüenza. Es más, accedían a él a través de los supermercados y lo pasaban ante la máquina registradora junto a la leche, las verduras y los productos no perecibles, sin ningún pudor, como un elemento más de necesidad en el hogar. Otras lo solicitaban en una librería como cualquier otro gusto literario. Algunas lo elegían como el regalo perfecto y necesario para una buena amiga. Lo mejor de todo, es que donde uno fuera, salas de espera, metros, buses y parques, las mujeres los leían sin la habitual incomodidad, llegando incluso a motivar la curiosidad masculina que llevó a varios a leerlo.

Tiempo después, se podía entrar a las librerías y ver junto a la sección de literatura latinoamericana, novelas históricas y turismo, una nueva sección con novelas eróticas.

Finalmente, y lo qué más disfruté, fue ver como, y especialmente en estas fechas, no sólo se promocionaba el amor romántico, sino que también se hablaba del innombrable y mudo SEXO, frente a lo cual extrañamente no nos incomodábamos, sino que nos incentivábamos.

Así que ante todo este panorama me planteo, ¿será que finalmente estamos aprendiendo a decir que no a nuestra gran amiga de la infancia, la CULPA?

¿Será que finalmente nos estamos abriendo a la capacidad de disfrute y placer?

La respuesta nos la dará el tiempo, por ahora aprovechemos estas oportunidades para promocionar nuestro derecho al placer y la salud sexual.

Dra. Constanza Bartolucci

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